3.7.07

Perdón, no me voy a disculpar




No leí a Homero, Virgilio ni Dante, tampoco “El libro de Cabecera” de Sei Shonagun o los Haikus de Bashoo. Aquí estoy, desparramando palabras sin haber aprendido a hacerlo y sin la humildad de, al menos, intentar reproducir algo de lo más bello que produjo la palabra, la imaginación y el deseo.
Esto parece una disculpa, pero es una advertencia, lo que surja de esta pluma electrónica que estandariza la letra y la ortografía es arte por el solo hecho de haber surgido, haber sido sufrido, sentido y madurado toda una vida, porque lo deseo tanto que me acobarda apenas alcanzar el deseo, ese deseo es mucho mas grande y fuerte que el hombre que llegó a desearlo. Porque solo un artista puede sufrir tanto por crear y tener tanta inhibición por hacerlo, solo un artista sabe que lo que haga, esté o no sujeto a las reglas de estilo y composición, se considere o no “bueno” conforme a los estándares de aquellos que nunca se expusieron pero se lucen diseccionando a quien sufre hacerlo para dejar de sufrir, sólo ese hombre sabe que es su cuerpo el que está ahí y no importa como o con que, lograr eso es arte, es el arte de una vida.
El arte no se disculpa y no espero que los demás califiquen lo que voy a hacer a partir de estas primeras palabras para considerar arte lo que termine haciendo una vez que venza todos estos escudos.
El hecho de llegar a parir estas letras amontonadas en palabras es la puesta en escena y el corolario de un proceso magnífico, largo, tortuoso y también cobarde… parece el camino de tormentos y vanidades de un compositor, un pintor alcohólico o un poeta herido y enamoradizo. No tiene por fin someterse al canibalismo de los escaparates o las frustradas opiniones de quienes nos erigimos en espectadores críticos de quienes se animaron a que su deseo llegue a nuestros sentidos, poniendo cruel e irreverentemente de manifiesto la distancia que pusimos entre nosotros mismos y los nuestros.
No es la intención de este ensayo de un ensayo llegar a público alguno, pero sí es la idea hacerlo como si fuera a ser leído por algún “estimado lector”, más allá de mi analista. ¿Por qué esto si el hecho artístico, el fenómeno, es justamente crear? Porque el artista crea para exponerse, para sacar el cuerpo de su cuerpo, para poner el cuerpo en su obra, para conjurar de esa manera todos los hechizos y tormentos… como si pudiera, el artista es un soñador y un soñador que no cierra los ojos es el artista que no se anima a soñar.